Un viaje rápido y seguro


















N° 88

Por Jack Fleming

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Jn 6:21 "Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban".

Muchas veces habréis escuchado predicar sobre el milagro cuando el Señor Jesucristo caminó sobre las aguas. Pero hoy, con la ayuda del Señor, quisiera predicar sobre otro milagro que sucedió en aquella ocasión.

Habitualmente cuando leemos este hermoso pasaje de Juan 6, nos concentramos en ese suceso extraordinario cuando los discípulos, hombres de mar, estaban atemorizados por el viento y las olas que azotaban peligrosamente su barcaza.

Dice el relato paralelo del evangelio de Marcos, que el Señor hizo ir a los discípulos delante mientras él despedía a la gente y luego se fue al monte a orar.

Mr. 6:45-47 "En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida, en la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud. Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar; y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra".

Algunos escépticos, que siempre están intentando anular los milagros del Señor, pretenden explicar este suceso diciendo que los discípulos no sabían que estaban muy cerca de la playa y lo que vieron no fue que Jesús caminó sobre las aguas, sino por la playa.

Esa es una argumentación que no resiste la más simple consideración a la luz de los pasajes bíblicos, porque en Jn.6: 19 leemos: "Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo".

Un estadio equivalía a 180 metros, lo que indica que los discípulos se habían internado aproximadamente 5 kilómetros en el mar. Y es el evangelio de Mateo el que describe ese episodio cuando luego de la incredulidad y del miedo, Pedro le dice al Señor.

Mt. 14:27-29 "Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús".

Una sola palabra del Señor bastó para que Pedro se bajara de la barca y caminara sobre las aguas. Jesús le dijo: Ven. Pero conocemos que cuando el apóstol fijó sus ojos en la tormenta y dejó de mirar al Señor, Pedro comenzó a hundirse.

Esa es la experiencia de todos aquellos cristianos que pueden caminar sobre los problemas sin hundirse en ellos mientras tienen los ojos fijos en el Señor. Pero en el momento mismo que dejan de mirar al Señor y ponen su atención en la tormenta, las olas y el viento; comienzan a hundirse.

Los discípulos no eran un grupo de fanáticos que creyeran todo lo que sucedía en torno al Señor, muy por el contrario, debido a esa incredulidad siempre estaban poniendo a prueba todo lo que era sobrenatural. Por esta razón, con mucha propiedad después de varios años podían decir:

1Jn. 1:1-3 "Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos".

Que tremenda experiencia debió ser para Pedro caminar sobre el mar y luego hundirse en las aguas, y cuando volvió a clamar al Señor, Jesús lo toma y sube nuevamente a la barca. Así es el Señor, siempre está a nuestro lado, especialmente en los momentos que más lo necesitamos.

Y nos lleva de una enseñanza a otra, pero todas ellas impregnadas de una fragancia divina y amor que nunca termina de asombrarnos. Pedro recién había sentido sobre sus pies el poder de Dios, pero ahora iba a vivir otra experiencia con el Señor, donde el vigor ni la pujanza humana tendrían participación, solamente se necesitaba dejarse llevar por el capitán que conducía su barca.

Dice nuestro texto: Jn 6:21 "Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban". La enorme distancia que los separaba de la costa, con una tormenta que les era contraría, no fueron impedimentos para el Dios creador y sustentador de todas las cosas los trasladara a lugar seguro en un instante.

Así es la vida del creyente fiel que deja de luchar contra los elementos y se entrega incondicionalmente en las manos del Todopoderoso. En el mismo instante que le entregamos nuestro timón, el Señor nos conduce a lugar seguro.

Muchos creyentes han naufragado perdiéndose en medio de la oscuridad y la braveza del mar en el cual nos toca navegar, porque han luchado con sus propias fuerzas. Pero hay momentos que el Señor esconde Su rostro y nos parece que está ausente, es la noche oscura donde Dios prueba nuestros corazones para que se manifiesten los que verdaderamente aman y siguen al Señor, no por las bendiciones que nos otorga, ni aún por la dulzura de su compañía, sino por lo que Él es.

Jesús es el Rey soberano que gobierna sobre cielos y tierra. Su voluntad es la que se cumple y no la nuestra. Él es el centro del universo y no nosotros, como equivocadamente muchos parecen creer.

Cuando nos toca navegar sobre un mar apacible, siempre hemos de estar preparados para la tormenta, porque ella nos hace recordar que no somos de este mundo: Jn. 15:19 "Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece".

En la simbología bíblica el mar representa a la humanidad en efervescencia. Ap. 17:15 "Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas".

Cuan fácil es perderse en medio de la oscuridad de ese mar tormentoso que es la sociedad, la cual extiende sus tentáculos por medio del consumismo, las obligaciones laborales y las entretenciones del mundo, hasta ahogar a muchos que se consideraban muy seguros de sí mismos y nunca permitieron que el Señor fuera el único capitán de sus vidas.

Los hay también quienes trabajaron arduamente en sus iglesias, con mucha sinceridad, abnegación y esfuerzo, pero como siempre lucharon con sus propias fuerzas y métodos humanos, jamás lograron llegar a puerto seguro. Quizás obtuvieron la admiración de sus hermanos en la fe, pero esa fue la única recompensa que alcanzaron con su labor, porque nunca pudieron comprender que Dios no comparte Su gloria con ninguna de sus criaturas, y que la salvación de las almas no es una obra humana, que nosotros somos únicamente canales por donde desciende la bendición divina.

¿Queremos recibir la recompensa por nuestro esfuerzo aquí en la tierra? Entonces seremos admirados por los hombres pero no escucharemos de los labios benditos del Señor: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor".

No olvidemos que el Señor dijo: Lc. 6:26 "¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros! porque así hacían sus padres con los falsos profetas". Mt. 6:1 "Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos, de cierto os digo que ya tienen su recompensa".

Cuantos trabajos y esfuerzos serán quemados en el tribunal de Cristo y arderán como la madera, el heno y la hojarasca. Aunque si bien es cierto que su salvación no estará en riesgo. 1Co 3:15 "Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego".

Para tener un viaje seguro y sin desviarnos de nuestra ruta, debemos dejar que el Señor gobierne plenamente nuestras vidas. Para eso primeramente necesitamos reconocerlo como el Omnipotente que controla todas las cosas, y que Su voluntad se hace en los cielos como en la tierra.

El hombre se ha confeccionado un dios a su medida, que gobierne en el cielo, pero acá en la tierra las cosas deben ser como ellos quieren. Y algunos hasta con mucha sinceridad luchan y sufren por seguir una ruta que Dios nunca les ha impuesto.

Creo que este episodio en la vida de los discípulos del Señor, al verlo llegar hasta ellos caminando sobre las olas del mar y luego llevarlos "en seguida a la tierra adonde iban", debe haberles hecho recordar ese día cuando Jesús se manifestó ante ellos como el Dios que controla todos los elementos.

Mr. 4:39-41 "Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. Y les dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe? Entonces temieron con gran temor, y se decían el uno al otro: ¿Quién es éste, que aun el viento y el mar le obedecen?".

Para tener un viaje seguro y eficaz, necesitamos primeramente reconocer al Señor como el Dios que hace Su voluntad soberana sobre todas las cosas y situaciones. Rm. 9:19 "porque ¿quién ha resistido a su voluntad?".

Pero no basta con reconocer Su voluntad, hemos de someternos a ella. El pueblo de Israel cuando salió de Egipto tenía por delante un viaje que debía durar solamente unos pocos días, sin embargo, debido a que no se sometieron a la voluntad de Dios, tardaron 40 años para llegar a la tierra prometida.

No es suficiente saber donde está la nube que nos guía de día y nos brinda sombra, o la llama de fuego que proporciona luz y calor en las frías noches del desierto, es necesario cumplir con las ordenanzas que se han comprometido.

Muchos son los que conocen los pasajes de Biblia donde Dios ha dispuesto que las cosas se deben hacer de determinada forma, pero ellos, en una obstinación increíble, posiblemente considerando que a Dios se le olvidó ese detalle, o porque creen que "a su manera" saldrán mejor. Escogen alternativas según su humana sabiduría, añadiendo una pesa carga que el Señor nunca les ha mandado.

Pero curiosamente se ven hasta complacidos con el reconocimiento y los aplausos que los hombres les brindan. Ya tienen su recompensa por su labor, así que no esperen otra en el cielo.

Hoy estamos bajo la gracia y no bajo la ley, de lo cual deberíamos estar muy agradecidos, porque de lo contrario muchas iglesias y especialmente muchos púlpitos estarían vacíos.

Basta recordar la experiencia de los sacerdotes Nadab y Abiú que se menciona en Lv.10. Ambos eran sacerdotes conforme a todos los requisitos establecidos, quisieron presentar una ofrenda a Dios y la realizaron de acuerdo a las exigencias que el Señor les había encomendado.

Pero cuando añadieron fuego extraño que Dios nunca les había mandado, ni toda la sinceridad y amor que los motivó efectuar ese sacrificio, fue suficiente para detener el fuego del cielo que mando el Señor para consumirlos por su osadía y atrevimiento de cambiar lo establecido por Dios.

Hoy que estamos en el día de la gracia, no vemos descender fuego del cielo para consumir a todos los contumaces, pero eso no significa que escaparan del fuego de la prueba, porque el Señor ha anunciado que eso sucederá durante el tribunal de Cristo cuando el Señor se lleve a su iglesia a las moradas celestiales.

1Co 3:13-15 "La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego".

Es estrictamente necesario establecer qué es lo que queremos hacer con nuestra vida cristiana ¿Complacer a los hombres y obtener sus adulaciones? ¿O agradar a Dios y esperar su recompensa en el cielo? Es una definición elemental que debemos realizar antes de continuar con nuestro viaje.

¿Quiere tener un viaje exitoso hasta llegar a la ciudad celestial? No tiene más que hacer que imitar la actitud y determinación que mostraron los discípulos del Señor. Permita que Jesús suba a su barca, regocíjese junto a Él y entregue el timón de su vida a ese Capitán que es completamente confiable y seguro. Que así sea, Amén.

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