N° 49
Por Jack Fleming
www.EstudiosMaranatha.com
Mr.16: 15 "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda
criatura".
La gran comisión que el Señor encomendó a la iglesia, fue la de
IR por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura. El
verbo está en modo imperativo "id", porque es una orden, no una opción.
El Señor bien pudo encomendar la misión a los ángeles del cielo,
quienes hubieran cumplido esa responsabilidad con mucha eficiencia y
prontitud. Pero ¿qué saben ellos de la misericordia, del perdón divino, de
la redención y de todo aquello que implica la salvación de los pecados?
Solamente los seres miserables que han gustado de Su misericordia,
pueden hablar con toda propiedad y conocimiento de causa sobre esta
materia. Esa responsabilidad y privilegio fue otorgado a la iglesia.
En nuestros días el hombre ha diseñado múltiples estrategias para
hacer crecer su membresía. Incluso existen empresas comerciales
especializadas en estudios de mercado, que ofrecen sus servicios para asesorar a
los pastores que estén interesados en recibir estos consejos
profesionales, para crear una nueva imagen más atrayente y de ese modo, sus
congregaciones puedan crecer en número.
La sabiduría y astucia humana ha hecho gala de una fertilidad
inagotable en esta materia. Mucho dinero se ha invertido con este objetivo,
por cierto esperando recuperarlo con creces a través de los diezmos y
ofrendas de una congregación numerosa.
Recuerdo el caso particular de un pastor que contrató a estos
asesores profesionales que hacen estudios de mercado especializado. Ellos le
recomendaron cambiar hasta el nombre de la iglesia por uno más
seductivo, contratar un conjunto musical, invitar a predicadores de renombre
internacional, hacer seminarios y congresos con invitados muy especiales,
mantener constantemente actividades sociales en la iglesia,
café-concert, deportes, reuniones de jóvenes, festivales de la canción, etc.
Por cierto todo lo que invirtió en esos consultores profesionales,
lo vio prontamente recuperado con creces, de acuerdo a lo que ellos le
habían prometido; es un servicio garantizado.
Pero lo que no pudieron garantizarle, es que la pureza y santidad de
su pequeña iglesia se mantuviera. Ahora tiene una gran congregación,
pero se cumple literalmente lo que el Señor dice a la última iglesia, la
de Laodicea en Ap.3: 17-20 "tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido,
y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un
desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. He aquí, yo estoy a la puerta".
Efectivamente, ahora el Señor no está dentro, sino afuera, a la
puerta, llamando para que lo dejen entrar. Porque el Santo no puede
manifestarse en medio de tanta mundanalidad, la luz y las tinieblas no pueden
compartir el mismo sitio.
¿Cuál fue el método que empleó la iglesia primitiva para extender el
evangelio y cumplir con el mandato del Señor?
Si el dinero o el poder hubiera sido necesario para realizar esta
labor, el Señor habría escogido dentro de ese medio para formar su
iglesia. Pero en cambio leemos que fue precisamente lo opuesto, 1Cor.1: 26
"mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la
carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles".
La Biblia nos dice que llamó principalmente a los pobres de este
mundo. Y de los ricos dice: (Mt.19: 23) "difícilmente entrará un rico en
el reino de los cielos".
Por lo tanto el dinero no puede ser una necesidad para cumplir con
esa orden del Señor. La iglesia neotestamentaria cumplió en forma tan
efectiva su misión, que en corto tiempo conquistó hasta el corazón del
mismo imperio que les dominaba, más toda Europa, parte de Asia y el Norte
de África.
Ellos no tenían la ayuda de la tecnología, los medios de transporte
ni de comunicación que hoy tenemos, pero cada cristiano era un
predicador del evangelio.
El método divino no es que se le pague a un hombre para que cumpla
con la responsabilidad que es de todos. Entiendo que es mucho más cómodo
hacerlo de esa manera, porque de esta forma no se necesita tener un
buen testimonio en el trabajo ni en el hogar, basta con pagar el diezmo,
dar ofrendas y tener una conducta cristiana solamente en la iglesia,
donde todos piensan igual que nosotros.
Por eso hemos creado un cristianismo muy fácil de sobrellevar. Ahora
no hay que cumplir con lo que dijo el Señor: (Lc.9: 23) "Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día,
y sígame".
Antiguamente la iglesia cantaba fervorosamente himnos que decían:
"Dejo al mundo y sigo a Cristo". "Brilla en el sitio donde estés". Hoy
basta con brillar solamente en la iglesia, allí se puede predicar con
toda libertad, mientras que en el trabajo y en el hogar se mantiene una
conducta diametralmente opuesta.
Esta hipocresía religiosa es la que ha formado iglesias tibias. Con
mucha bulla, grandes multitudes y todos los ingredientes del mundo,
porque el mundo está en el seno mismo de la iglesia, y el Señor afuera,
llamando para que lo dejen entrar.
El método aprobado por Dios para extender el evangelio a toda
criatura, no es el de abrir grandes y cómodos locales, para ofrecerles un
asiento y que la iglesia se predique el evangelio a ella misma. Eso es una
necedad sin sentido, que solamente lo justifica el "cristianismo"
cómodo que se ha desarrollado con la tibieza espiritual que se vive.
La forma correcta es la que Dios describe en Su Palabra a través del
ejemplo que nos dejó la iglesia primitiva, el cual no solamente el
Señor lo aprobó y registró en las Sagradas Escrituras para nuestra
enseñanza, sino que Él mismo fue el promotor, ciertamente por medio del
Espíritu Santo, pero también como resultado de la persecución que tuvo que
enviar para sacarlos de Jerusalén, donde se habían quedado muy
satisfechos, pero sin cumplir el mandato de ir por todo el mundo y predicar el
evangelio.
La iglesia primitiva jamás tuvo como una actividad interna, la
predicación del evangelio. Ella solamente se reunía para (Hch.2: 42)
aprender la doctrina, mantener comunión los unos con los otros, orar y
celebrar la cena del Señor.
Era, por decirlo de algún modo, el cuartel general, donde eran
adiestrados en el uso de la Palabra, pero la batalla la daban afuera, donde
realmente está el campo de batalla, en el mundo. En el sitio que Dios
ha colocada a cada uno en particular, es donde cada creyente tiene la
responsabilidad de predicar.
Pero para eso se requiere un testimonio limpio y constante donde
mejor nos conocen, porque nos ven a diario. Quizás por esta razón, no
muchos pueden hacerlo y han escogido cambiar el método divino. Por cierto
que siempre va a ser mucho más fácil, que en vez de cargar cada día su
cruz y seguir al Señor, colocarse un traje de "cristiano" en la iglesia
y predicar allí o simplemente sentarse a escuchar.
Sin embargo, eso es lo que Dios ha dispuesto para cumplir con el
mandamiento de "id y predicad el evangelio a toda criatura". Que cada uno
de los creyentes que forman parte de la iglesia prediquen, no solamente
por lo que dicen, sino que principalmente por lo que hacen; en su
hogar, a su vecinos, a sus compañeros de trabajo, a los que utilizan los
mismos medios de transportes públicos que nosotros, etc.
De esta manera la iglesia del siglo I creció y se fortaleció, sin
estratagemas humanas, sino de acuerdo al diseño divino. Cada uno de
ellos hablaba de Cristo y testificaba de su fe a sus familiares y amigos;
luego los que se convertían, eran añadidos a la iglesia. Pero la obra
evangelizadora era responsabilidad de todos.
Es verdad que todo esto tenía un precio que el Señor advirtió en Su
Palabra, Mt.10: 22 "seréis aborrecidos de todos por causa de mi
nombre". Pero aún eso constituye parte de las bienaventuranzas, Lc.6: 22
"Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan y cuando os aparten
de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por
causa del Hijo del Hombre" (no por causa de vuestra hipocresía).
El Imperio Romano se caracterizaba por su tolerancia religiosa,
incluso sobre las regiones que había conquistado. La historia nos enseña
que aún a los judíos, Herodes le reconstruyó el templo de Jerusalén. Pero
sin embargo, los cristianos prontamente fueron perseguidos y oprimidos
cruelmente sin motivo que justificara ese odio.
Un testimonio limpio y claro, siempre irá acompañado de una reacción
de odio y rechazo por parte del mundo, porque sus obras son malas y no
quieren que sean expuestas a la luz (Jn.3: 19). Pero el Señor nos dice
(Ef.5: 8) "ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz".
Es más, en Lc.6: 26 nos advierte: "¡Ay de vosotros, cuando todos los
hombres hablen bien de vosotros! Porque así hacían sus padres con los
falsos profetas".
Sabemos cual es el precio que tenemos que pagar. Ahora la pregunta
es: ¿Queremos sinceramente que la iglesia crezca? El Señor ha indicado
cual es el camino a seguir, que cada uno de los creyentes predique y
entregue un testimonio limpio y santo en su familia, en el trabajo
y en el lugar que Él nos conceda hacerlo.
No existe otro medio más eficaz, que la predicación de persona a persona. Eso es sembrar, colocar cuidadosamente la semilla y regarla diligentemente. Hoy se prefiere “desparramar” masivamente a través de los medios de comunicación. No creo que sea malo hacerlo, aunque siempre lo más efectivo será el trabajo personal para entregar el evangelio, eso es realmente sembrar; pero para ello se requiere un testimonio consecuente con la fe que se predica y la participación de todos los miembros de la iglesia.
Así creció la iglesia primitiva, en medio de una fuerte oposición,
sin recursos económicos ni tecnológicos que le ayudara. Tampoco se
utilizaron campañas ni estratagemas de hombres, coros, música ni
convenciones, su éxito se debió a que cada uno de ellos cumplió fielmente la
comisión de "Id y predicad el evangelio a toda criatura". Que a sí sea,
Amén.
|