N° 42
Por Jack Fleming
www.EstudiosMaranatha.com
Heb.5: 12-14 "Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto
tiempo,
tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros
rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que
tenéis
necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel que participa
de
la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero
el
alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por
el
uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del
mal".
El gran Arquitecto y Legislador del universo, ha dispuesto diversas
leyes
que rigen toda su creación, por ejemplo, todos estamos familiarizados
con la
ley de la gravedad, las leyes de la termodinámica y muchas otras.
Dentro de
estas leyes universales que el Creador ha decretado según su Soberana
voluntad, está la que establece que todo lo que nace, ha de crecer.
Todos los padres nos regocijamos ante la llegada de un hijo, y
miramos
embelesados esa pequeña criatura en su cuna. En nuestro sueño de amor
paterno, contemplamos a esa indefensa criatura y echamos a volar
nuestra
imaginación; nuestra fantasía nos hace verle ya grande, convertido en
una
persona de bien.
Es más, cuando apenas habían transcurrido algunos pocos años,
comenzamos
a disfrutar con cada centímetro que crecían. Pienso que muchos de
nosotros
mediamos regularmente a nuestros hijos, y veíamos con gozo cuanto
habían
crecido; aún por medio de la ropa que les quedaba pequeña, nos
percatábamos
de su crecimiento.
Pero hubiera sido muy diferente si pasados 3 o 5 años, todavía le
hubiéramos visto en la cuna y del mismo tamaño con que nació. Ya no
sentiríamos alegría al contemplar a nuestro hijo, y ver que su
cuerpecito se
va desfigurando en forma grotesca por falta de crecimiento.
Nuestro gozo se transformaría en una profunda preocupación y dolor.
Pienso que el mismo dolor le provocan a nuestro Padre Celestial, los
hijos,
aquellos que habiendo nacido de nuevo, después de varios años aún
permanecen
en sus cunas, incapaces de ponerse de pie y alimentándose de un
biberón.
El otro día vi a un pequeño de unos 6 o 7 años, caminando por la
calle y
llevaba un chupete de goma en su boca, me resultó desagradable el sólo
hecho
de verlo. Pensé cuan irritante y fastidioso debe ser para aquellos que
tengan que vivir a diario cerca de él, porque no encuentro nada más
insoportable, que un niño mimado y mal criado.
Sin embargo, cuantos son los creyentes que dicen con mucho orgullo,
desde
la cuna y con un biberón de leche en sus manos, que ellos nacieron de
nuevo
hace 20 o 30 años atrás: "Yo llevo 35 años en el Señor". Y esa imagen
grotesca que proyectan, es porque aún tienen necesidad de leche
espiritual,
porque el alimento sólido les provoca indigestión.
Contemplar a un enano, produce pena, tristeza, porque es una
anomalía
dentro del prototipo del género humano. Y no podemos dejar de
imaginarnos
los terribles problemas que deben enfrentar dentro de una sociedad
cruel e
implacable.
Pero contemplar a los enanos espirituales, me provoca indignación,
porque
su condición no se debe a una mala formación genética, sino a su propio
desprecio por lo que nuestro Padre Celestial a puesto a su alcance para
su
normal desarrollo.
No puedo dejar de asombrarme cada vez que leo 1Ry 4: 22 donde se
describe
la abundancia que había a la mesa de Salomón, dice: "Y la provisión de
Salomón para cada día era de...10 bueyes gordos, 20 bueyes de pasto y
100
ovejas; sin los ciervos, gacelas, corzos y aves gordas".
Esto era lo que el rey compartía cada día con sus gobernadores,
¿podría
alguien pensar que hubiera uno de estos servidores del rey, que
padeciera de
desnutrición?
Y la mesa del Rey de Reyes, ¿no es infinitamente más abundante?
Entonces,
¿por qué se ven tan a menudo estos "creyentes", que dicen ser hijos de
Dios
y padecen de raquitismo espiritual?
Eso se debe al desprecio y falta de atractivo que les resulta para
ellos,
la mesa del Señor y el abundante alimento espiritual que Dios ha
provisto
por medio de las Sagradas Escrituras. Y con justa razón uno se pregunta
¿qué
irán a ir hacer al cielo esta clase de cristianos, si sólo encuentran
agrado
en las cosas de este mundo?
El Espíritu Santo, si es que verdaderamente lo poseen, lo mantienen
encerrado bajo 7 llaves, y sus corazones carnales solamente siente
atractivo
por las golosinas y el alimento chatarra que les ofrece quien dice:
"todo
esto te daré, si postrado me adorares".
Viven añorando las cebollas y los ajos de Egipto. En forma
displicente y
ofensiva, desprecian voluntariamente el alimento no contaminado que
Dios les
ofrece en su Santa Palabra. Encuentran tiempo para leer la basura que
el
mundo les ofrece, pero nunca un momento para leer la Biblia.
Y si alguien les dice estas cosas, se molestan, porque están
acostumbrados a la simbiosis religiosa que se ha establecido en el
mundo,
donde ellos pagan a través de sus diezmos y ofrendas, para que les
digan
solamente lo que sea agradable y desean escuchar. Y desde los púlpitos,
los
que recogen ese dinero, les entregan solamente "caramelos" para que se
mantengan contentos y no se marchen de allí.
El Señor, quien es amor, y con toda su gracia y sabiduría divina,
siendo
el más manso y humilde de corazón, no actúo de esa manera; siempre les
entregó lo que necesitaban escuchar, y no lo que querían oír.
Tal es
así, que sus propios discípulos le dijeron: (Jn.6: 60 y 66) "Al oírlas,
muchos de sus discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede
oír?
Desde entonces muchos de sus discípulos volvieron atrás, y ya no
andaban
con él".
Siempre he insistido que lo importante, no es cuantos años tiene en
el
Señor, sino de cómo ha empleado ese tiempo. Si tiene más de un año de
creyente y aún no ha leído toda su Biblia, usted es un candidato ideal
para
sufrir de raquitismo espiritual.
Si lleva varios años en el Señor y todavía no ha alcanzado madurez
espiritual, piense que la imagen que proyecta como hijo de Dios, es la
de un
adulto que se entretiene con un chupete de goma y un biberón de leche
en su
mano, porque aún está en la etapa de lactancia.
Dice el apóstol Pablo en 1Cor.3: 1-3 "De manera que yo, hermanos, no
pude
hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en
Cristo.
Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois
capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros
celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales?".
Aquí el apóstol establece otra verdad, los niños en Cristo, que
necesitan
de la leche espiritual, son carnales. Ese es un estado anormal para un
hijo
de Dios, cuyo Padre Celestial ha provisto en abundancia y al alcance de
su
mano, todo lo necesario para que se desarrollaran y crecieran
espiritualmente.
En Heb. 5: 12 leímos: "Porque debiendo ser ya maestros, después de
tanto
tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuales son los
primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser
tales
que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. Y todo aquel
que
participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es
niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez,
para
los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el
discernimiento del bien y del mal".
La leche espiritual es indispensable para los niños en Cristo, y si
se
aprovecha bien, bebiéndola diariamente durante su lactancia, produce
desarrollo. Y ese crecimiento natural durante su infancia, pronto le
hará
anhelar probar otros sabores de alimentos sólidos y contundentes que le
permitirán crecer normalmente.
Pero si alguien se queda alimentándose exclusivamente de leche,
nunca
podrá desarrollarse sanamente, y su cuerpo se debilitará y atrofiará.
Esa es
una regla inexorable establecida por el Legislador del universo.
La persona adulta requiere recuperar las calorías que consume
durante sus
trabajos diarios; eso se logra solamente consumiendo una gran variedad
de
alimento sólido, de lo contrario su cuerpo no solamente adelgazará
peligrosamente, sino que su sistema inmunológico se verá afectado,
quedando
expuesto a contraer diversas enfermedades, que si no mejora su dieta
alimenticia, le llevará fatalmente a la muerte.
Estos que se mencionan aquí en Hebreos, habían llegado a ese estado
de
raquitismo espiritual, porque: "eran lentos para oír". No habían
desarrollado la costumbre de ejercitar las facultades perceptivas para
discernir entre lo que era bueno y lo malo.
La falta de uso de esos sentidos los había atrofiado
espiritualmente. Una
de las grandes señales de una salud normal, es el apetito y el
ejercicio. El
dicho popular afirma que el enfermo que come bien, no se muere. Esto se
debe
a que el apetito es una señal de un estado de salud sano, lo mismo que
el
deseo natural de mantener una actividad diaria.
No basta con comer bien, sino que también se requiere del ejercicio
de
las actividades cotidianas. Si alguien solamente come, pero permanece
inactivo, tampoco es sano, principalmente para su corazón.
Se requiere esta combinación diaria de comer bien y mantener una
actividad regular. Dice nuestro texto: "el alimento sólido es para los
que
han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos
ejercitados en el discernimiento del bien y del mal".
Leímos en 1Cor.3 que la leche espiritual, es para los niños en
Cristo,
los carnales que se entretienen solamente en discusiones y peleas,
porque
así se relacionan los niños, empujándose, golpeándose e insultándose.
Pero
esa actitud sería muy mal vista en una relación de adultos.
¿Hemos nacido de nuevo? Ahora nuestra responsabilidad es
alimentarnos
bien, con cosas nutritivas que el Señor nos da, mantener una dieta
balanceada y hacer ejercicio diariamente con lo que Dios nos concede
para el
diario vivir, para que seamos luz en medio de las tinieblas, porque
inclusive las obras que hemos de hacer, Dios las preparó de antemano
para
que anduviésemos en ellas. Que así sea, Amén.
|