Dios con nosotros






















N° 39

Por Jack Fleming

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Debido a que la iglesia es un organismo y no una organización, cada una de las iglesias locales deben ser autónomas y obedecer únicamente la dirección de Cristo que es la Cabeza. Es decir, el sistema de gobierno debe ser TEOCRÁTICO (= el gobierno ejercido directamente por Dios).

Muchas iglesias modernas han desechado el gobierno de Dios y lo han suplantado por el sistema DEMOCRÁTICO. Donde las decisiones son tomadas por las mayorías, y como siempre los hermanos espirituales son minoría, podemos comprender por qué las iglesias se van deslizando cada día más al mundo en su afán de modernizarse y "adaptarse" a la sociedad actual.

¿QUIEN ES EL PASTOR DE ESTA IGLESIA? Cuando alguien visita una iglesia por primera vez siempre hace esta pregunta. Es necesario tener presente que el Señor Jesucristo es la Cabeza de la iglesia y que Él está en el cielo.

Ef. 1: 22-23 "y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo".

Ef. 5: 23 "Cristo es la cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo".

Ef. 4: 15 "siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo".

Col.2: 18 "y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia".

Todo hombre que diga que él es la cabeza de la iglesia, es un usurpador, en quien mora el espíritu del anticristo (2Ts.2: 3-7). El Señor nos advirtió en su Palabra que al final de los tiempos se levantarían MUCHOS falsos Cristos.

Las iglesias del Nuevo Testamento estaban unidas por la obediencia y sumisión a la Palabra de Dios, no por una sede central, debido a que ellas jamás fueron una organización humana.

Puede haber comunión, ayuda mutua y estrecha colaboración entre las congregaciones, pero el gobierno y la dirección de cada una depende de Cristo, el Príncipe de los Pastores.

Hch.20:28 "el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor".

Es el Espíritu Santo quien debe poner los obispos para apacentar el rebaño del Señor. Los obispos en las Sagradas Escrituras son llamados también "pastores" y "ancianos".

Hch.20:17 "Enviando, pues, desde Mileto a Efeso, hizo llamar a los ancianos de la iglesia".

Se trata de UNA IGLESIA con un grupo de ancianos, luego hablándoles a estos mismos ancianos, añade en el vr.28 "Por tanto, mirad por vosotros, y por todo EL REBAÑO (habla de "pastorear") en que el Espíritu Santo os ha puesto por "OBISPO, para APACENTAR la iglesia del Señor, la cual Él ganó por su propia sangre".

En nuestros días muchos han olvidado que el Señor dijo muy claramente que la iglesia es de Él ("MI iglesia"), la cual Él ganó por su propia sangre. Y en un hablar muy liviano y apartado de esta verdad, hablan de la iglesia del pastor tal o cual, señalando a un hombre.

Otros pasajes que se refieren también al sistema de gobierno que Dios estableció para las iglesias, dicen en los siguientes términos:

1Pd.5: 1-4 "Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo (Pedro) anciano también con ellos... apacentad la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria"

Tito 1: 5-7 (Pablo a Tito) "Establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé; el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes...Porque es necesario que el obispo sea irreprensible".

En la Palabra de Dios: "OBISPOS", "ANCIANOS", "PASTORES", son sinónimos, pero ninguno de estos vocablos representa un título eclesiástico como se usan comúnmente en el día de hoy. Hablan sólo del carácter, del servicio y de la responsabilidad de quienes no son otra cosa que siervos.

Les llama "ancianos", porque deben ser sabios y personas de experiencia en la vida cristiana, con gran conocimiento bíblico y de buen testimonio, el cual debe ser reconocido ampliamente por la congregación a través de los años. En Tito 1: 6 dice " que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no estén acusados de disolución ni de rebeldía".

Se aprecia en forma muy evidente que al anciano se le pide no solamente sabiduría y experiencia, sino que también tenga una edad suficiente para tener hijos "creyentes" que no estén acusados de disolución, y naturalmente no sería el caso de uno que tenga hijos pequeños.

También Dios los llama en su Palabra "pastores", destacando sus funciones de alimentar y cuidar la grey. A estas mismas personas les identifica como "obispos", este vocablo proviene del griego, el cual se usaba corriente en esa época para identificar a aquellos que ocupaban labores administrativas.

Ocasionalmente estos hermanos son nombrados en la Biblia como "presbíteros", que literalmente significa "hombre viejo" razón por la cual en la mayoría de los casos en nuestras Biblias fue traducido como "anciano".

Todo esto nos demuestra que originalmente no existieron las jerarquías eclesiásticas que vemos en el día de hoy, porque Ancianos - Pastores - Obispos y Presbíteros son palabras sinónimas que se utilizaban para identificar a los mismos hermanos que el Espíritu Santo, había capacitado y señalado para cumplir con esas funciones en la iglesia.

No es prerrogativa de un hombre, concilio o asamblea, ni siquiera de los miembros de la iglesia local, el elegir a los ancianos o pastores. No son las ovejas quienes deben elegir a sus pastores, sino el dueño del rebaño, es decir, Dios.

Lamentablemente debemos reconocer que en algunas asambleas (iglesias locales), debido al bajo nivel espiritual que reina en ellas, muchas veces los ancianos o pastores son elegidos no por el Espíritu Santo, sino por el grupo de ancianos que las gobierna.

Estos no buscan a los que cumplen con los requisitos mencionados en 1Tim.3: 1-7 y Tito 1: 5-9, sino entre los que le sean incondicionales a ellos, parientes cercanos, amigos íntimos o personas manejables, y luego sólo comunican a la iglesia su decisión de incorporarlo a su grupo elitista. Y la congregación no tiene otra opción que aceptarlo.

Esto es muy similar al sistema de selección que tienen los romanistas, donde los "laicos" no tienen ninguna posibilidad de oponerse ni cuestionar las decisiones de sus "jefes espirituales", la cúpula directiva de esa organización.

Este señorío antibíblico que muchos ejercen en nuestros días, también se observa en iglesias que se auto denominan evangélicas, donde han hecho la misma división entre "laicos, oficiales y pastores". Desconociendo que la Biblia considera a TODOS los creyentes como sacerdotes de Dios (Ap.1: 6, 1Pd.2: 9). En la iglesia del Señor no existen los "laicos".

Cada organización ha creado su propia jerarquía eclesiástica bajo diferentes títulos o cargos. La más popular es: Obispo - pastor - pastora - ayudante pastor - diáconos - ancianos - oficiales - y finalmente quedan los "laicos" como hoy abiertamente los denominan, vocablo que proviene del griego y no significa otra cosa que: Iletrado, indocto, inculto, ignorante.

Otras jerarquías funcionan con diferentes nombres, pero los cargos son muy similares, por ejemplo: Misioneros (los que son anglosajones), luego siguen los trabajadores indígenas - ancianos - hermanos responsables, y al resto de la Asamblea le corresponde ser únicamente "los irresponsables" que vienen a ser los "laicos".

Creo que ésta es la única que ha añadido la hipocresía de negar, inclusive a sus propios seguidores, la existencia de su cabeza central y la jerarquía establecida en ella en todo el mundo. Por citar un ejemplo que guarda relación con este tema, en el año 1980 los jerarcas de la casa matriz decidieron añadir un escalón más en su sistema jerárquico, los “hermanos responsables”. Orden que fue rápidamente ejecutada por los “misioneros” en todos los lugares del planeta donde tienen una Asamblea. Porque estos personajes “los hermanos responsables” no aparecieron espontáneamente ni por revelación divina en la misma fecha en toda su organización mundial.

También están los que comienzan la cúpula con Apóstoles y siguen con una serie de variantes, incluyendo a los que se consideran dentro del grupo exclusivo de los 144.000, para proseguir con los ancianos y terminar con los laicos.

Otros simplemente dividen la iglesia entre "siervos", y con el resto son más generosos, porque les denominan "los santos". Pero ahí salta la duda ¿por qué los "siervos" no son llamados también "santos"? Y cuando uno se interioriza más en esta organización, ve que tampoco todos los "siervos" son iguales; porque entre ellos (que también se hacen llamar "misioneros") existen: uno que está a cargo de una región, otro más arriba a cargo del país, otro del continente, y otros que están en la sede central, son los que responden por la organización mundial.

Las Sagradas Escrituras establecen que debe ser el Espíritu Santo el que capacita y señala a sus siervos; los creyentes deben poder reconocerlos con la misma facilidad que diferenciamos un ojo de una oreja. Si en una iglesia local no son capaces de distinguir un ojo de una oreja, o una boca de una mano, y requieren que les estén indicando igual que a los niños que están aprendiendo a hablar, este es el ojo, este es el oído, esta es la boca; significa que allí las cosas están muy mal espiritualmente hablando.

Nunca leemos en la Biblia que una iglesia local llame o contrate a una persona para que sea su "ministro". Tampoco que un "misionero" (palabra que sólo figura en los mapas que se han añadido a las Biblias), envíen a sus hijos al extranjero para que regresen con el "título de misionero" y se haga cargo de una iglesia.

En la iglesia de Antioquía había no menos de cinco ministros (Hch.13: 1-2). En las citas aludidas anteriormente resulta muy evidente que son varios los hombres que el Espíritu Santo pone en cada iglesia local para alimentar, vigilar y cuidar del bienestar espiritual de la congregación. Sus vidas ante el mundo deben ser un testimonio de la presencia y del poder de Cristo (1Tim.3: 7).

Los dones nunca son dados todos a una sola persona, pues leemos de evangelistas, pastores y maestros, es decir, hombres capacitados por el Espíritu Santo para predicar el evangelio, para exhortar, animar a los creyentes, enseñar y alimentar de la Palabra de Dios. Bienaventurada la iglesia que cuenta con estos dones.

1Cor.12: 11-31 "el mismo Espíritu, repartiendo (dones) a cada uno en particular como él quiere...el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo...Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato? Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como Él quiso"

Las iglesias de hoy más que un cuerpo, parecen un ómnibus con un conductor y muchos pasajeros soñolientos, donde no se ejercen los dones individuales.

La iglesia de Filipos no tenía un solo pastor u obispo, sino que en ella había "obispoS" (Filp.1:1). Si hubiera habido un solo pastor en aquella iglesia, que extraño resulta que Pablo no saludara a un funcionario tan importante. Es más, en ninguna de las epístolas encontramos una salutación al "ministro" o "pastor".

Ni siquiera en los saludos al final de las epístolas como Romanos y Colosenses, donde se mencionan los nombres de muchos hermanos, encontramos la alusión a un hombre en particular; tal omisión hubiera sido una imperdonable falta de cortesía. La conclusión lógica es que "UN pastor", semejante a los que vemos en las iglesias de hoy, no existieron en las iglesias del Nuevo Testamento.

Habían pastores, obispos, ancianos o presbíteros. Siempre se les menciona en plural y no como un título ni jerarquía, sino para describir su labor de servicio ENTRE sus hermanos y no SOBRE sus hermanos, y era el Espíritu Santo quien los escogía, los capacitaba y los señalaba por medio de las cualidades que eran visibles para la iglesia, la cual solamente los reconocía como tales.

¿Existieron las "pastoras" en las iglesias del Nuevo Testamento? Evidentemente que no. Todo aquel que diga que una iglesia puede tener una pastora, debería poder demostrar con la Biblia dónde Dios lo autoriza y cual fue el ejemplo establecido por las iglesias del Nuevo Testamento.

Por cierto que no faltan los contumaces, que siguiendo las técnicas propias de las sectas y del engañador, aislando de su contexto, tuercen la Palabra de Dios para dar un barniz de credibilidad a su mentira.

Citan un versículo, separándolo de su contexto, Gál. 3: 28 "ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús".

Entonces dicen estos señores: "¿Ven? Ahora en la iglesia Dios no hace diferencia entre los hombres y las mujeres". Y se echan al bolsillo todo el contexto de este pasaje, y los otros pasajes de la Biblia donde Dios prohíbe a la mujer predicar. También todo el ejemplo apostólico establecido en las Escrituras, donde jamás ninguna mujer fue "pastora", aún considerando el hecho que inclusive los apóstoles viajaban acompañados por sus esposas (1Cor. 9: 5) y nunca a ninguna de ellas la llamaron "pastora" ni nada semejante.

Los que tuercen la Palabra de Dios, dicen que la llaman "pastora" solamente por respeto. Con ese argumento simplista, tendríamos que llamar a la esposa del presidente: "presidenta", a la esposa de un médico: "doctora", lo cual deja de manifiesto el absurdo de ese razonamiento y la hipocresía de su infantil justificación.

Dios no es Dios de confusión ni en la Biblia pueden existir contradicciones. Aquí en Gálatas está enseñando que ahora TODOS somos salvos por la gracia y no por la ley. Esto es lo que afirma en el versículo anterior (26) "todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús".

Por la fe en Cristo se salva el hombre y la mujer, el judío y el griego. No existe diferencia alguna para la salvación, eso es lo que está afirmando este pasaje, de lo contrario existiría una terrible contradicción con los otros donde categóricamente prohíbe a la mujer enseñar.

1Cor. 14: 33 "Como en TODAS las iglesias de los santos, vuestras mujeres callen en las congregaciones".

1Tm.2: 11-12 "La mujer aprenda en silencio, con toda sujeción. Porque no permito a la mujer enseñar, ni ejercer dominio sobre el hombre, sino estar en silencio".

¿Quién es el que no lo permite? Es Dios en su Palabra, porque toda la Escritura es la Palabra de Dios. Resulta curioso escuchar a estos contradictores de la Palabra, argumentar, usar y abusar del versículo donde dice que: "Dios es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos", pero cuando algo no les complace, simplemente se limitan a decir que: "eso lo dijo para esos tiempos".

Mucho se ha dicho respecto al nuevo rol que la mujer desempeña en la sociedad moderna y dentro de la iglesia. Movimientos reformistas como el de liberación femenina y otros, han sincronizado sus ataques contra lo que Dios claramente ha mandado en la Biblia.

Se podrá argumentar, filosofar largamente y con excelentes planteamientos, muchos de ellos muy convincentes, pero todos tendremos que admitir que no son más que argumentos humanos.

La mujer cristiana que desea agradar a su Señor, tendrá que decir como todo hijo de Dios: "¿Qué quieres que haga, Señor?". Y obviamente él nunca la va a enviar hacer algo que él mismo le ha prohibido realizar. Rm.10: 15 "¿Cómo predicarán si no fueren enviados?".

En la sumisión de la mujer, está tipificada la subordinación de la iglesia a su Señor, porque Dios denomina a la iglesia, como la esposa de Cristo. Por lo tanto, la obediencia y mansedumbre será de una belleza y aprecio mayor, que la obstinación en realizar aquello que Dios nunca le ha mandado hacer.

Debemos clarificar primeramente para quién queremos realizar tal o cual labor. Pero lo que resulta evidente, no puede ser para Dios algo que él mismo ha prohibido. De lo contrario, ¿con qué propósito le llamamos Señor?

Porque finalmente, ¿para qué vamos a consumir nuestras energías en algo que posteriormente será quemado? Porque "la obra de cada uno será probada por el fuego, si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego" (1Cor. 3: 13-15).

Sin importar toda nuestra sinceridad, esfuerzo y sacrificio personal que podamos añadir a nuestra labor, si no es algo que Dios nos ha mandado, no resistirá la prueba del fuego; será quemado.

Que el Señor nos dé más sabiduría y sumisión a su Palabra, para que al final podamos escuchar de sus labios benditos en aquel día glorioso: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor".

Lo que el Señor premiará, no será la grandeza de la obra, ni lo destacada que haya sido, sino que únicamente nuestra fidelidad a lo que él ha mandado en su Palabra. Que así sea, Amén.

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