5.- EL LUGAR SANTO. Hasta allí tenían acceso únicamente los
sacerdotes, si previamente se habían lavado en la fuente de bronce y si usaban
la vestimenta indicada por Dios.
En su interior se encontraban: El
candelabro de oro, que era la única fuente de luz en su interior, nos habla
de la persona bendita del Señor Jesucristo quien es la luz verdadera. Fue hecho
de oro labrado a martillo, nos indica los sufrimientos del Señor para llegar a
constituirse en esa luz que brilla aquí en la tierra.
Estaba formado de un pedestal
central con tres brazos a cada lado, nos refleja la unión indisoluble que
existe entre Cristo y los suyos. El número seis representa al hombre, que fue
creado el día sexto; el siete simboliza lo que está completo, ese era el
candelabro de oro con sus siete brazos.
Su combustible era el aceite
que fluía por cada uno de sus brazos, el cual es figura del Espíritu Santo.
Estos brazos tenían labradas flores de almendro, nos hace pensar en la vara de
Aarón que floreció y dio almendras (Nm.17:8). Representan al Cristo resucitado
y glorificado.
También se encontraba en el
lugar santo, la mesa de los panes de la proposición, era de madera de
acacia cubierta de oro puro, con una cornisa a su alrededor. La madera
manifiesta la humanidad del Señor, y el oro su Divinidad, la cornisa su
realeza, la cual también servía para impedir que ninguno de los doce panes que
había en su cubierta, se fuera a caer por accidente. Así protege el Señor a su
pueblo, con cuidado amoroso y eficaz, porque él es el Rey de Reyes, el
Todopoderoso.
El tercer mueble que se ubicaba
en el lugar santo era el altar de oro, o altar del incienso. El incienso
era únicamente para Dios y no podía ser ofrecido más que en ese lugar santo.
Los sacerdotes debían sacar el fuego exclusivamente desde el altar de los
sacrificios, para presentar ese incienso aromático; todo lo cual es figura de
las oraciones de los santos (Ap.8:3).