Sed santos









N° 108

Por Jack Fleming

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1Pe 1:16 "Sed santos, porque yo soy santo".

Todos los atributos de Dios son extraordinariamente gloriosos, pero ninguno de ellos tendría la hermosura que poseen, separados de Su santidad que es intrínseca a su Persona.

Es el ropaje divinal que le entrega esa belleza que embelesa a sus criaturas angelicales y les hace caer rendidos a Sus pies, y por cierto también al mortal aquí en la tierra que sabe reconocer Su divinidad.

Su amor sin santidad carecería de la belleza divinal. Su justicia sin santidad no tendría la gracia celestial que hoy posee. Y así cada uno de Sus atributos no poseería el encanto y prestancia que ese vestido de santidad que envuelve todo su Ser, llena de perfección, esplendor y de ese aroma que sabe cautivar a toda Su creación.

Sin ella sería como un jardín sin flores, carente de los delicados aromas que ellas exhalan; sin los hermosos colores que embellecen y atraen a múltiples criaturas que llegan hasta allí para seguir con el ciclo de la vida.

La santidad es la hermosura de Dios, fuera de Él no existe santidad, las cosas, y aun las personas pueden llegar a ser santos, tan sólo por Su presencia divina. A Moisés le dijo: (Ex. 3:5) "No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es". Ese lugar había llegado a ser santo, porque la presencia del Altísimo se había manifestado allí.

El hijo de Dios hoy es santo, porque fue lavado con la sangre bendita del Señor Jesucristo y el Espíritu Santo vino a morar en él. 1Cor 3:16 "el Espíritu de Dios mora en vosotros".

Hasta ese célico lugar donde mora el Eterno, anhela llegar el verdadero hijo de Dios:

Sal 27:4 "Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo".

Este es el deseo sincero de un hijo de Dios que ansia una comunión más íntima y profunda con su Señor, contemplar Su hermosura. Pero el Santo ha dicho:

Isa 57:15 "Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados".

Necesariamente debemos trepar hasta las alturas de Su Santidad, donde mora Él. No puede un miserable pecador que vive arrastrándose en su pecado diario y perseverando en esa condición, aspirar remontarse hasta esas alturas celestiales.

Primeramente necesitamos lavar nuestras vestimentas en la sangre preciosa de Cristo, implorar Su perdón, y con esos vestidos nuevos, blancos y limpios que nos otorga el perdón divino; con un corazón quebrantado, nuestro espíritu que ha sido liberado en humildad y sublime reverencia, podremos elevarnos hasta el mismo lugar donde están los querubines que adoran en Su presencia.

Heb.12:14 "Sin santidad, nadie verá al Señor".

El hombre religioso en su naturaleza caída, busca y exalta únicamente el amor y la misericordia de Dios, pero muy comúnmente evade referirse a la santidad y justicia del Señor.

Es frecuente ver en la muralla frontal, en el interior de los edificios de muchas iglesias, la frase favorita de los hombres que solamente predican acerca de un dios cuyos atributos no son todos iguales. Se puede leer de forma muy destacada "Dios es amor" y por lo general pasan por alto que a la misma altura de Su Amor divino están Su Santidad, Justicia, Soberanía, Inmutabilidad, Fidelidad, Ira, Omnisciencia, etc.

Jamás ninguno de ellos pensaría en escribir sobre el púlpito: "Dios es Santo", porque seguramente temen que esa verdad se vuelva sobre ellos y caiga como la espada de Damocles con furia divina sobre el púlpito donde muchos impíos, sin temor de Dios, se atreven a subirse sin considerar primeramente su propia condición y sin haber consultado previamente con el Dios Santo en oración y con Su Santa Palabra, lo que van a decir para edificar a la iglesia.

De la misma forma en que muchos predicadores no desean sentir el peso de la Santidad de Dios sobre sus cabezas, para predicar con mayor libertad de lo que se les venga en gana; también una gran parte de los que ingresaran a una iglesia que dijera en su rótulo: "Dios es Santo", serían ahuyentados, porque la gran mayoría quiere escuchar solamente acerca de un dios bondadoso que es amor y que finalmente perdonará a todos los pecadores, y si es necesario entregar algún dinero para complacer a estos pastores que predican de este dios que solamente es amor, lo hacen con mucha satisfacción.

Ex 15:11 "¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?"

Sal 93:5 "Tus testimonios son muy firmes; la santidad conviene a tu casa, Oh Jehová, por los siglos y para siempre".
Sal 97:12 "Alegraos, justos, en Jehová, y alabad la memoria de su santidad".

Isa 35:8 "Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad; no pasará inmundo por él, sino que él mismo estará con ellos; el que anduviere en este camino, por torpe que sea, no se extraviará".

Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de Él es mi esperanza. Él solamente es mi roca y mi salvación. Es mi refugio, no resbalaré. En Dios está mi salvación y mi gloria; en Dios está mi roca fuerte, y mi refugio.

Esperad en Él en todo tiempo, oh hijos de Dios; derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio. Pero si deseamos gozar de Su presencia, debemos necesariamente transitar por caminos de santidad, porque esa es la orden que hemos recibido de nuestro Capitán:

1Pe 1:16 "Sed santos, porque yo soy santo".

¿Queremos remontarnos hasta las alturas de santidad donde mora el Santo? Debemos desprendernos del peso del pecado que nos asedia y dejar nuestra condición de gusano que teníamos antes de conocer al Señor.

Cuando nacimos de nuevo Dios nos transformó (2Co 5:17 "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí TODAS son hechas nuevas"). Hoy somos criaturas de Dios que poseemos alas espirituales para elevarnos hasta esas alturas de Su santidad, y podemos llegar hasta allí en los méritos del Señor Jesucristo.

Es entonces que Su presencia se hace tan real, que sentimos esa mano amorosa que nos levanta y todo se transforma en un valle que se cubre de grano y hermosas flores que dan voces de júbilo y aun cantan. Mi Amado descendió a su huerto, a las eras de las especias, para apacentar en los huertos, y para recoger los lirios. Bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar.

No solamente podemos deleitarnos con ese dulce aroma de Su Presencia, disfrutar de la sombra del deseado en medio de este desierto árido y peligroso en el cual transitamos, sino que también alimentarnos de ese grato fruto que nos entrega para delicia de nuestro paladar y que es indispensable para nuestro crecimiento espiritual.

¿Deseamos verdaderamente el gozo de esa dulce comunión con nuestro Dios y Salvador? Vivamos santamente, porque sin santidad, nadie verá al Señor.

"Sed santos, porque yo soy santo". Amén.



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