Por Jack Fleming

























Capítulo 11

"En Israel el Espíritu Santo venía sobre algunos y se iba. En la iglesia viene sobre todos los creyentes y se queda a morar en ellos".


En el período del Antiguo Testamento, el Espíritu Santo no había descendido aún a la tierra; su presencia dentro del pueblo judío fue muy limitada y temporal. Descendía sobre una persona de entre toda la nación para realizar una obra específica, y cuando esa tarea concluía, el Espíritu Santo lo abandonaba.

Por lo tanto no podemos tomar ejemplos del Antiguo Testamento para aplicarlos al período de la iglesia, porque ahora desde el día de Pentecostés, descendió para quedarse, para morar en todos nosotros los que constituimos y formamos parte de la esposa de Cristo.

Esta diferencia se hace evidente al escuchar la promesa del Señor, cuando dice que él volverá al Padre y enviará el Espíritu Santo, el Consolador, para que estuviera en nosotros hasta que él regresara a buscar su iglesia. Dice que no nos dejará solos, sino que el Espíritu Santo nos acompañaría, consolaría y guiaría hasta que él volviera. Es el verdadero Vicario de Cristo en la tierra.

Si el trato del Espíritu Santo hubiera sido igual para Israel que para con la iglesia, no tendría razón de hablar ahora del "descenso" del Espíritu Santo. A partir del día de Pentecostés la Palabra de Dios habla del descenso, simplemente porque antes no había venido a quedarse.

El pacto que Dios tuvo con los hombres del Antiguo Testamento fue tan diferente, que inclusive se menciona casos donde el Espíritu descendió para cumplir con una labor específica sobre un inconverso, y naturalmente una vez finalizada esa obra, le abandonó.

A diferencia de esto en la iglesia, el Espíritu Santo viene únicamente sobre los creyentes, es más, ahora poseer el Espíritu de Dios es lo que marca la diferencia entre los que son verdaderamente del Señor y los falsos creyentes. Porque ahora dice que: "si alguno no tiene el Espíritu, no es de él".

Todo aquel que ha creído en el Señor Jesucristo como su Salvador personal como dice la Escritura (habiendo nacido de nuevo), TIENE el Espíritu Santo, de lo contrario no sería de él, o "¿no sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu Santo MORA en vosotros?".

Los cristianos verdaderos, desde el mismo momento que creyeron en él, nacieron de nuevo; recibieron el Espíritu Santo. Esa experiencia gloriosa y bendita, siendo una sola, debido a su grandeza sublime, Dios la tiene que describir bajo diferentes términos para que el hombre la pueda comprender y apreciar con mayor claridad.

Por ejemplo, refiriéndose a esta única experiencia de recibir el Espíritu Santo cuando aceptamos al Señor Jesucristo como a nuestro Salvador, Dios también la define y explica en su Palabra como:

Sellados con el Espíritu Santo. Ef.1:13 "habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa". Cuando nos habla que fuimos sellados con el Espíritu Santo, es para destacar la seguridad de la salvación eterna que recibimos el mismo día de nuestra conversión.

Dios compara la posesión del Espíritu, con el sello que los reyes colocaban sobre los documentos para autenticar su legitimidad. También es el caso de los billetes, que deben llevar un sello de seguridad para impedir que sean falsificados. O el caso del granjero, que marca sus animales con un sello para que no se los roben.

Ungidos con el Espíritu Santo. 1Jn.2:20 y 27 "vosotros tenéis la unción del Santo" "la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros...la unción misma os enseña todas las cosas". 2Cor.1:21-22 "el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado".

En este último pasaje se aprecia claramente que no son los hombres quienes deben ungir, sino que eso lo hace solamente Dios, y además se aprecia que sellar y ungir es una misma experiencia. Ahora cuando se refiere a ser ungidos, emplea este término para destacar privilegios inherentes a la conversión.

En 1 Jn está hablando sobre la condición de "hijos de Dios" que ahora tenemos como consecuencia de nuestra conversión. Y al utilizar el término "ungidos", primeramente nos recuerda que TODOS los creyentes somos ungidos (no solamente el pastor, como presuntuosamente se consideran algunos líderes), pero la razón principal es para hacernos notar nuestras bendiciones y privilegios que hemos obtenido con la conversión cuando recibimos el Espíritu Santo.

Ahora somos hijos del Rey Supremo, y como tal, somos reyes y sacerdotes (Ap.1:6). Para enfatizar ese aspecto, ahora se refiere al hecho de recibir el Espíritu Santo como el de ser "ungidos", porque a los reyes y a los sacerdotes en antaño se les ungía con aceite y el aceite es figura del Espíritu Santo. En este pasaje de 1Jn.2:27 además nos está asegurando que el Espíritu Santo "permanece en vosotros" y que nos guiará a toda verdad .

Bautizados CON el Espíritu Santo. Primero hemos de notar que la Biblia nunca dice: Bautismo DEL Espíritu, sino que siempre se refiere a que el elemento bautizador es el Espíritu, como lo es el caso del aceite en el "ungimiento". Hch.1:5 Jesús dijo: "seréis bautizados CON el Espíritu Santo dentro de no muchos días".

El bautismo con el Espíritu Santo es un hecho, no una experiencia que podamos relacionar con algún sentimiento emocional y físico, como lo explican en forma bizarra aquellos que se mueven por las emociones y no por el Espíritu, ellos dicen: "sentí como una corriente eléctrica que me recorrió por el cuerpo" o "se me puso la piel como carne de gallina", o un frío o un calor. Es espiritual, no algo físico.

Tampoco la Biblia vincula el bautismo con el Espíritu Santo, con la manifestación de algún don en particular como lo sostienen los carismáticos cuando afirman que se debe hablar "en lenguas" como testimonio que ha recibido el bautismo del Espíritu Santo.

Decir eso es demostrar una profunda ignorancia bíblica o no tener ningún respeto por la Palabra de Dios; en primer lugar, porque el verdadero "Don de lenguas" que menciona la Biblia, no tiene ninguna relación con ese remedo grotesco de las jerigonzas que parlotean, cuyo origen debemos buscarlo en el vudú y no en el cristianismo.

Porque esos seis a ocho sonidos que repiten, siempre están relacionados con nombres de demonios que se adoran en el paganismo y que ellos, consciente o inconscientemente están invocando ¿o a Ud. nunca le ha llamado la atención que repitan esos sonidos? Aunque el Señor dijo que "no uséis vanas repeticiones".

Y lo que es una prueba indiscutible que esos grupos están invocando a los demonios, es que todas las semanas tienen la necesidad de expulsar esos demonios de sus reuniones (también las llaman "liberaciones"), porque ese espectáculo extravagante provocado por la orgía emocional que desatan, deben volver a repetirlo una y otra vez, debido a que siempre los están llamando a viva voz, como los Baales (lea 1Ry.18:26-27 y compárelo con lo que ve en una reunión Pentecostal o carismática en general).

El Dios de Orden no puede estar en medio de ese desorden, griterío, estado enajenador, desenfreno irracional e histeria generalizada. Llaman a los demonios y luego los expulsan, esa es la actividad que repiten semana tras semana; porque se les transforma en una verdadera adicción.

Es la dependencia que les interesa a los comerciantes de la fe inyectar a sus congregaciones, para asegurarse que estén siempre presentes para suministrarles esa droga y poder vaciarles los bolsillos por medio de las repetidas ofrendas, diezmos, venta de rifas y demás estratagemas que han desarrollado con ese fin.

Toda la congregación queda absolutamente entregada a la voluntad del "brujo" de turno, tal es así, que se transforman en verdaderos zombis, bajo ese estado hacen todo lo que se les ordene. Para probar su capacidad de sometimiento y aumentar la perdida de voluntad y raciocinio propio, les entregan a la congregación ordenes menores: "repita conmigo" y los hacen repetir algunas frases; o les dicen: "¿Cuántos dicen amén? Más fuerte, no les escucho" (como en el ejército), y prosiguen elevando la euforia de la gente con "gritos de júbilo" o haciéndoles gritar incesantemente aleluya y amén o "un aplauso para el Señor".

Cuando estuve en Chile, la prensa local publicó el caso de uno de estos "pastores" que fue llevado a los tribunales, por la denuncia de algunas mujeres de su congregación (si mal no recuerdo eran como 20) que se querellaron contra él, porque después de esos "ungimientos" que les había practicado en sus hogares, todas ellas estaban embarazadas.

Muchas veces me pregunto ¿cómo es que no existan personas inteligentes en esos grupos que se cuestionen esta manipulación? Si decimos que el Señor Jesucristo es nuestro modelo perfecto ¿por qué no se preguntan, cuando el Señor predicó así? Él jamás manipuló a las multitudes diciéndoles: ¿Cuántos dicen amén?" o "¿Cuántos dan un grito de júbilo a Dios?" o gritos de "aleluya". Tampoco los apóstoles decían esas necedades: "Demos un aplauso para el Señor". No podemos rebajar al Dios de la gloria a un nivel de artista del mundo.

Pero lógicamente, como en este libro estoy tratando temas bíblicos sacados directamente de las Sagradas Escrituras, cuando me refiero a "don de lenguas", hago alusión al don milagroso verdadero y maravilloso que otorgó el Espíritu Santo para que instrumentos de Dios pudieran hablar en otros idiomas, y no a la mofa que los demonios hacen de ese don cuando sus instrumentos parlotean los nombres de diversas divinidades, cuyos orígenes tenemos que buscarlos en el paganismo más grotesco, como todavía se puede apreciar en el vudú contemporáneo.

El verdadero milagro del "don de lenguas" obviamente que existió. Pablo mismo sostiene que (1Cor.14:18-19) "hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida".

Porque todo debe hacerse para la edificación de la iglesia, y si los demás no entienden, no puede haber edificación. Indiscutiblemente Pablo recibió el don de lenguas, para poder llevar el evangelio a las diferentes regiones que Dios lo envió; no olvidemos que predicó en casi toda Europa, parte de Asia y todo el Norte de África.

Por ejemplo, cuando naufragó y llegó a la isla de Malta, inmediatamente se pudo comunicar con los lugareños en maltés, porque Dios le había otorgado ese don. Y así en cada lugar donde llegaba, incluso si es que pudo realizar su anhelo de llegar a España, no cabe la menor duda que también les habló en español.

Pero nunca hizo la insensatez en que habían incurrido los corintios, de hablar a una congregación (que en el caso de ellos era el griego), en otro idioma diferente, porque eso era carnalidad que solamente se hacía para exhibir el don de lenguas que habían recibido.

Por lo tanto, si alguien me pregunta si creo en el don de lenguas, obviamente tengo que decirle que sí, creo, como todo estudiante serio de la Biblia, pero rechazo enfáticamente las jerigonzas de los carismáticos, del vudú y de las machis.

En consecuencia, cuando las Sagradas Escrituras hablan del legítimo "don de lenguas" no adulterado, dicen claramente que existen diferentes dones y que no todos hablaban lenguas (1Cor.12: 4, 10, 11, 30). Pero en este mismo capítulo de 1Cor.12 donde está desarrollando este tema, afirma enfáticamente en el vr.13 que TODOS habían sido bautizados con el mismo Espíritu Santo. Los que hablaban lenguas no recibieron un bautismo diferente.

Cuando aquí habla de bautismo con el Espíritu Santo, es para destacar la experiencia de recibir el Espíritu en su conversión, como un elemento de unidad para incorporarlo al cuerpo de Cristo que es la iglesia universal.

Lea usted por favor, los vrs. 12 y 14 y comprobará que está hablando del cuerpo (la iglesia) que es uno, y entre esos dos versículos inserta esta verdad dogmática, que TODOS hemos sido bautizados con el mismo Espíritu, porque en el momento que nacemos de nuevo, pasamos a formar parte de esa iglesia universal que Cristo vendrá a buscar.

Por lo tanto, cuando se refiere al bautismo con el Espíritu, es para destacar la unidad del cuerpo que es Su iglesia, a la cual todos pasan a formar parte desde el mismo día de su conversión al recibir el Espíritu Santo. Es para destacar que la iglesia del Señor es una sola, la que está constituida por todos los salvados y redimidos con su sangre bendita.

Porque de igual manera estos personajes, para poder sostener esas doctrinas extraídas del paganismo, cambian arbitrariamente también el significado de la palabra "bautismo", que siempre ha significado: "sumergir", "introducir dentro".

Y eso es lo que el Espíritu Santo hace con todos los que han creído en el Señor Jesucristo y lo han aceptado en sus corazones: "los introduce dentro" del cuerpo de la iglesia. Los "bautiza" ("los mete dentro" del cuerpo de la iglesia) con el Espíritu Santo que recibe todo aquel que ha nacido de nuevo.

Habiendo aclarado estos conceptos, volvamos a esta diferencia que me estaba refiriendo. En el Antiguo Testamento, existieron casos de inconversos que recibieron el Espíritu Santo para cumplir una labor específica que Dios les había ordenado, pero nunca fueron salvos, como fue el caso de Balaam, un profeta contratado por Balac para maldecir a Israel.

No existe la menor duda que fue un inconverso, porque así lo define Dios en 2Pd.2:15 "Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad". Ap.2:14 "tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam, que enseñaba a Balac a poner tropiezo ante los hijos de Israel, a comer cosas sacrificadas a los ídolos, y a cometer fornicación".

Con este testimonio que entregan las Sagradas Escrituras, no existe la menor duda que se trata de un inconverso y que hoy está en el infierno, sin embargo la Biblia también nos dice que hubo una ocasión especial en que el Espíritu Santo descendió sobre él para cumplir con una misión específica, Nm.24:1 "

Cuando vio Balaam que parecía bien a Jehová que él bendijese a Israel, no fue, como la primera y segunda vez, en busca de agüero, sino que puso su rostro hacia el desierto; y alzando sus ojos, vio a Israel alojado por sus tribus; y el Espíritu de Dios vino sobre él".

Otro personaje de muy oscura procedencia del Antiguo Testamento fue Jefté. Su descripción y hechos los encontramos en el libro de los Jueces 11:1 "Jefté galaadita era esforzado y valeroso, era hijo de una mujer ramera". Luego dice el relato bíblico que sus medios hermanos le expulsaron de la casa, y vr.3 "Huyó, pues, Jefté de sus hermanos, y habitó en tierra de Tob; y se juntaron con él hombres ociosos, los cuales salían con él".

Sin embargo este mismo capítulo nos describe que Jefté fue llamado por los ancianos de Israel, para que los librara de los Amonitas que habían declarado la guerra a Israel. Dice el v.9 "Jefté entonces dijo a los ancianos de Galaad: Si me hacéis volver para que pelee contra los hijos de Amón ¿seré yo vuestro caudillo?". Después de haber recibido confirmación a sus ambiciones, dice en el v.29 "Y el Espíritu de Jehová vino sobre Jefté".

Pero antes de salir a la guerra, hizo un voto, conforme a la costumbre de los paganos de la época, de ofrecer un sacrificio humano si Dios le daba la victoria en esa batalla, v.31 "cualquiera que saliere de las puertas de mi casa a recibirme, cuando regrese victorioso de los amonitas, será de Jehová, y lo ofreceré en holocausto".

Seguramente esperaba ofrecer en sacrificio a algún esclavo de su casa, porque eso era lo más normal, que fueran los esclavos quienes primero salieran a recibir a sus amos. Pero sabemos por el relato que sigue, que Dios lo castigó permitiendo que el primero que salió a recibirle fuera su propia hija, su única hija, y nos relata en el verso 34 "su hija única, y no tenía fuera de ella hijo ni hija".

Este hombre desconocía completamente al Dios verdadero, porque pretendió agradarlo como todos los paganos moradores de esas tierras que servían a ídolos y falsos dioses, con sacrificios humanos. Aunque vemos que Dios lo usó para librar a su pueblo Israel y que "el Espíritu de Jehová vino sobre Jefté".

Otro ejemplo de un inconverso que tuvo el Espíritu Santo (aunque temporalmente también), fue el caso de Saúl, rey escogido por el pueblo de acuerdo al corazón de ellos, joven, alto y de buen parecer. Pero ¿cuál es el testimonio que encontramos acerca de él? Fue un hombre que gran parte de su vida como rey la dedicó en su intento para asesinar a David.

Luego la Palabra de Dios nos relata cómo consultó a una adivina, y finalmente concluyó su vida suicidándose. Sin embargo dice en 1Sam.10:10 "el Espíritu de Dios vino sobre él con poder". Y en 1Sam.16:14 "El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl".

Las Escrituras también mencionan algunos creyentes del Antiguo Testamento, que legítimamente eran del Señor y el Espíritu Santo vino sobre ellos y les abandonó (por ejemplo Sansón), pero el Espíritu nunca descendió sobre ninguno para hacer cambiar su vida ni transformarlo en templo del Espíritu Santo; el propósito siempre fue cumplir con una misión específica, sobre creyentes e inconversos, y luego les abandonaba.

Esta es la profunda y gloriosa diferencia con la iglesia, porque ahora el Espíritu Santo descendió el día de Pentecostés para venir a quedarse, a morar EN CADA HIJO DE DIOS y permanece en nosotros hasta el día que Cristo venga a buscar su iglesia.

1Cor.3:16 "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?".
Stgo.4:5 "El Espíritu que él ha hecho morar en vosotros nos anhela celosamente".
1Jn.2:27 "la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros".

Ef.1:13 "habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa".
Ef.4:30 "no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención".

En Israel el Espíritu Santo "visitaba" a algunos para efectuar una labor determinada. En la iglesia vino a morar, a habitar en cada verdadero hijo de Dios. Somos templos del Espíritu Santo, privilegio que no tuvo Israel.



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